El ritmo de vida actual lleva a muchas personas a padecerlo. pero, ¿qué hacer cuando sus consecuencias afectan a nuestra calidad de vida? una alimentación equilibrada y la ingesta de determinados nutrientes o complementos alimenticios pueden resultar de gran ayuda.

Hoy en día muchos son los motivos que activan el mecanismo del estrés. Pero en lugar de para protegernos, lo mantenemos activo buena parte del tiempo para seguir el ritmo y cumplir con las expectativas que se tienen y tenemos de nosotros mismos. Eso es lo que hace que se torne dañino para nuestro organismo.
Por ejemplo: quedarse atrapado en un atasco hará que nuestro cuerpo se prepare para una respuesta de agresión o fuga; pero cuando no se puede tomar ninguna acción decisiva, los sistemas corporales permanecen hiperactivos. La repetición de experiencias frustantes similares puede crear estados que desencadenen o favorecezcan el desarrollo de enfermedades.
Mecanismos de defensa.

El estrés se manifiesta cuando nos enfrentamos a un ritmo de vida diario, que, bien a nivel físico o psíquico, excede nuestra capacidad de afrontarlo.
¿Qué puede originarlo? El estrés puede deberse a muy diferentes motivos:
Alteraciones físicas: enfermedades o lesiones del organismo pueden producir una reacción emocional negativa y aumentar el nivel de estrés de la persona.
Problemas psicológicos: relaciones personales conflictivas o insuficientes; condiciones de trabajo o estudio con excesiva exigencia, competitividad, monotonía, estancamiento profesional; cambios críticos como el paso de una a otra etapa de la vida (de la infancia a la adolescencia, a la madurez y a la vejez).
Cambios sociales acelerados: que la persona no puede asumir, como por ejemplo los tecnológicos.

¿Cómo nos afecta?
Cuando el cuerpo identifica el estrés, el cerebro envía señales que activan la secreción de hormonas (adrenalina o insulina entre otras) y éstas, a su vez, aumentan los latidos del corazón y el ritmo respiratorio, elevan el nivel de azúcar en la sangre, incrementan la transpiración, dilatan las pupilas y la sangre es desviada desde los intestinos a los músculos, con lo que se hace más lenta la digestión. Estos cambios se producen en el organismo para facilitar la huida, porque el cerebro entiende que está frente a una situación de amenaza.
El sistema nervioso responde de forma exagerada ante determinados estímulos, y se produce un trastorno, que comienza afectando a la mente, pero que acaba repercutiendo sobre otros órganos. Se puede llegar a producir taquicardia, dolor de estómago o alternancias entre estreñimiento y diarrea. Además, el sistema inmunitario reduce su eficacia y disminuyen las defensas contra infecciones y enfermedades.
El cuerpo suele reparar cualquier daño causado por la reacción de alarma. Pero si el estrés persiste, permanece alerta y no puede reparar los daños. El esfuerzo constante de movilizar la energía disponible agota las reservas, nos hace sentir fatigados y aumenta el riesgo de contraer diabetes en personas predispuestas. Puede aparecer jaqueca, dolor de espalda, asma, úlcera o hipertensión. Además, el estrés emocional puede causar o empeorar muchos trastornos de la piel, desde picores a sarpullidos y granos.
Prevenirlo y combatirlo. Se puede recurrir a tácticas de todo tipo:

Realizar una actividad física moderada relajará los músculos y ayudará a quemar energía, eliminar la ansiedad acumulada y despejar nuestra mente.
Saber decir "no" Si nos sentimos superados, no dedicar la mayor parte de la jornada sólo al trabajo y hacer pequeñas pausas durante la jornada para descansar y volver con más fuerza.
No magnificar las consecuencias negativas que derivan de los errores cometidos.
La risa es buena medicina, e incluso saber que uno se va a reír. Un grupo de científicos estadounidenses han demostrado que el simple hecho de anticipar un suceso divertido y feliz puede aumentar las concentraciones de endorfinas y de otras hormonas inductoras del placer y la relajación, al tiempo que disminuye la producción de hormonas del estrés (como el cortisol y la adrenalina).
A la hora de dormir, olvidarse de las cosas que puedan preocupar y recurrir a pensamientos agradables.
Plantas en infusión.
Si queremos relajarnos y descansar bien cuando dormimos, tomar infusiones a base de plantas relajantes puede ser un buen sistema. En el mercado se pueden encontrar preparados de todo tipo. Tienen la ventaja de no presentar efectos secundarios, como dependencia o somnolencia durante la actividad diaria. Además, podemos elegir las que mejor nos convengan según los síntomas asociados con el estrés y el insomnio.
En caso de ansiedad, estrés e insomnio asociado a dolores y contracturas musculares de tipo nervioso o espasmos musculares podemos elegir la valeriana o la pasiflora. Si bien ambas plantas tienen propiedades similares, en la valeriana destaca su efecto inductor del sueño y en la pasiflora su efecto tranquilizante y relajante muscular.
Elige la flor de azahar cuando el insomnio va acompañado de nerviosismo, taquicardias y palpitaciones e insuficiencia venosa, o cuando el dolor de piernas no te deje dormir.
La melisa se recomienda en estados depresivos acompañados de sobreexcitación e insomnio o de problemas digestivos, porque calma la ansiedad, el nerviosismo y facilita la digestión.
Cuando los gases intestinales (flatulencia) son causados por nervios, son útiles el hinojo, comino, el anís verde o la hierbaluisa. Esta última, además, por sus propiedades relajantes, nos ayudará a combatir el nerviosismo y la ansiedad.
Los problemas digestivos son una consecuencia habitual de los estados de ansiedad y nerviosismo. La manzanilla resulta ideal para paliarlos porque tiene una ligera acción sedante, y efectos carminativos y relajantes a nivel de la mucosa intestinal. La tila, con propiedades relajantes, si se toma junto a la manzanilla, tiene un efecto más digestivo que si tomamos ambas infusiones por separado.
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